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LUIS
SANTIAGO
LA MUERTE DE UN IFANTE
Alberto
Mendoza Morales
La muerte de Luis Santiago, el niño de Chía, levantó
intenso debate público centrado en el castigo para el asesino.
Discuten dos posibilidades, pena de muerte o cárcel perpetua.
La comunidad, en medio del dolor público, se manifestó
también, según prácticas usuales, minuto de silencio,
pañuelos al aire, marchas callejeras. Entre tanto por ninguna
parte aparece el debate sobre lo fundamental ¿qué clase
de sociedad hemos organizado en Colombia para que se den hechos de tal
magnitud que diariamente se repiten? ¿Qué valores rigen
en esta sociedad? ¿Qué pasa aquí? ¿Habrá
oportunidad de reaccionar? ¿Qué debemos hacer? Las preguntas
quieren decir que el debate tiene que superar el tema de la pena de
muerte que existe desde hace mucho tiempo en Colombia en forma extensa
y generalizada como diariamente lo comprobamos y orientarse a definir
cómo hacemos la transformación social y política
que la nación necesita pero no reclama.
La sociedad colombiana está alienada. Está signada por
la anomia. Significa que ha perdido las normas positivas que deben regir
el superior discurrir de una sociedad que busque paz, progreso, cultura.
Es lo que una nación, enfrentada a una tragedia, podría
promover como respuesta inteligente. Chía es la luna. Luis Santiago
es la criatura que podría ser aceptada como la piedra de toque
nacional de donde insurja, como reacción trascendental, una reflexión
profunda sobre nuestro próximo destino y la decisión incancelable
de producir la transformación estructural que la nación
requiere pero no reclama.
Los partidos políticos están obligados a revisarse críticamente.
¿En qué andan? ¿Qué hacen? El partido conservador,
la derecha, está unido, no cambia, duerme plácidamente,
burocráticamente acunado en la dulce pasividad de su profundo
sueño. El polo democrático, la izquierda, desunido, grita,
tiene discurso de oposición pero carece de propuesta. El partido
comunista, ultra-izquierda, desapareció. El partido liberal,
en el centro, no funciona; su problema está en esperar a ver
que pasa y que hace con la negra. La iglesia guarda un recogido, santo
y estratégico silencio. La mafia, entretanto, es activa, opera
y se hace sentir con sus mecanismos de ofensa y defensa y sus empresas
de cultivo y exportación de estupefacientes. Al lado de momias
y mafias ¿dónde están las universidades? ¿dónde
las academias? ¿qué debaten? ¿que piensan? ¿que
proponen? Las interrogaciones no terminan.
El campo de acción pública está abierto para la
renovación creativa. Hay gente dispersa preparada para proponer
salidas, individuos ilustrados, con iniciativas de cambio nacional guardadas.
Podrían enfrentar el desafío. Tendrían que salir
a flote y hacerse sentir. Su destino está en edificar, a partir
de la pedagogía integral, la convivencia, la integración,
la cultura, la paz, la prosperidad social y económica. La solución
está en la noosfera colombiana.
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