SOCIEDAD GEOGRÁFICA DE COLOMBIA

VIAJE AL CORAZÓN DE COLOMBIA CON ALBERTO MENDOZA MORALES

Por Ricardo Rondón. Diario El Espacio. Bogotá

Alberto Mendoza Morales, presidente de la Sociedad Geográfica de Colombia, realizó la “Anatomía de un País”, uno de los estudios más completos que se han hecho sobre Colombia. Fueron siete años de investigación. Le mereció los Premios “Simón Bolívar” y Mergenthaler. Mendoza Morales, es ibaguereño, arquitecto, planificador, geógrafo, catedrático, infatigable expedicionario. Ha realizado notable labor destinada a difundir pensamiento y conocimiento geográfico en todos los sectores de la vida nacional. Desde su perspectiva de admirador del país y de la naturaleza, y haciendo gala de su rica y nutrida gramática visual, condimentada en la experiencia y en su alma de bardo trashumante, nos ofrece una mirada personal de Colombia. Es una inolvidable clase de geografía para este cronista.

Tuvo que ser usted uno de los alumnos más aventajados en el área de geografía, en los tiempos del bachillerato. “Tuve un profesor de geografía, don Luis Ussa Vargas, a quien rindo homenaje, en el Colegio de San Simón, en Ibagué, donde cursé bachillerato. Fue la persona que me introdujo en el tema”.

En ese tiempo se estudiaba con rigor, con amor, con devoción. Un Atlas de geografía, por ejemplo, era un manual muy estimado. Hoy no sucede lo mismo ¿verdad? “El estudio de la geografía lamentablemente lo han confundido con ramas de la ciencias sociales de tal manera que el estudiante sale sin saber sociales y sin saber geografía”.

¿Viajaba usted imaginariamente alrededor del país, a través de los mapas? “Viajaba más bien a caballo por las llanuras del Tolima, en ese momento vías libres y amenas, exentas de los peligros que presentan hoy en día”.

Bello ese término, “cuenca hidrográfica”. “Sobre todo oportuno en un país con más de 750 mil cuencas mayores de diez km cuadrados, según inventario del IDEAM. La cuenca hidrográfica es hábitat donde se dan lugares privilegiados, los sitios de vida más íntimos de la población”.

¿Han cambiado mucho las cordilleras? “Sí, en dos sentidos. Uno, por la pérdida de nieve en las alturas debido al calentamiento del planeta. Otro por la erosión de la superficie que sostiene la vida por la tala de árboles, el uso de venenos y la aplicación de inadecuadas técnicas de cultivos. En otro sentido han perdido población debido al éxodo indiscriminado y violento de la población”.

¿Cuál es el nevado más bello que conoce? “Nací en las faldas del Nevado del Tolima, en la confluencia de la quebrada de La Plata en el río Combeima. Desde pequeño me tocó mirar en perspectiva el cono nevado del Tolima”.

¿Ha pescado en río revuelto? “De niño acompañaba a mi padre y sus amigos a las pescas en el río Totare, en el Tolima. Después supe que sus aguas eran frías por venir de la cordillera y tranquilas por recorrer a paso lento la planicie. Y así los restantes ríos del llano que no eran revueltos sino amables y generosos para bañarse en ellos y admirarlos”.

¿Cómo es su gran metáfora de la selva? La misma de José Eustacio Rivera: “selva, catedral gótica de la naturaleza”. Espacio umbroso donde se agita la vida. Hogar de la biodiversidad.

¿Por qué cree que le hemos restado respeto e importancia a la Madre Tierra que es tan venerable? “Porque no se le mira con cariño. El indígena la venera, la respeta, la cuida. Por el contrario, en general, se mira como objeto de explotación y saqueo, visible en un expresión violenta, la idea de que los recursos se explotan en lugar de conservarlos y utilizarlos para beneficio del hombre, sin necesidad de sacrificar la naturaleza.

¿Cómo ha palpado esa magia peninsular que es la Guajira? “Luna de arena”, la llamó Arturo Camacho Ramírez, insigne poeta tolimense. Al recorrerla, ese paisaje de cardos y arena ofrece bíblicas imágenes, las indígenas trasegando el desierto, arriando burros cargados de agua.

¿Cómo es un amanecer en el cabo de la Vela? “En esa conjunción de mar y desierto, el amanecer se ve venir acompañado de una bola de fuego que rueda desde oriente; se eleva desde el rasero del horizonte y avanza luego hasta el cenit del medio día.

¿Y un crepúsculo en el Amazonas? “Lo acompaña el bullicio de los loros que pasan raudos entre los árboles buscando refugio. En las tardes, mirando el río, ancho como el mar, el sol llameante se hunde lentamente entre sus ondas”.

¿Cómo descifrar la ternura de un delfín Rosado? “Se descifra cuando en la orilla del río encuentra a una joven indígena y se enamora. Se estremece el delfín mientras la doncella saca agua en su cántaro para llevarla a su bohío”.

Ahora pinte el Chocó…“Ahí entramos en la eco-nación de indígenas y afrocolombianos que pintan la selva de ocres y cobrizos. Habitantes de la pluvioselva ecuatorial que compite con otras junglas en cantidad de lluvia anual. Es una de las regiones más lluviosas del mundo. Por el centro del vasto territorio serpentea el afanoso Atrato uniendo lagunas; baja de la cordillera y entrega sus aguas por numerosas bocas al golfo de Urabá”.

¿Cómo es su alma de expedicionario? “Es abierta, dispuesta a percibir desde cerca y desde lejos ecosistemas, nichos y paisajes que sorprenden por sus asimetrías, sus oquedades, por la vida que en ellos se manifiesta y restalla”.

¿Ha llorado contemplando el Jirijirimo? “El Jirijirimo es un un raudal o cachivera del río Apaporis. Se da abajo de Paroa entre el Vaupés y el Amazonas. Se hace sentir estruendoso entre la niebla, con el ruido que producen las aguas cuando traspasan un quiebre de su cauce. Su belleza se advierte en las crónicas y fotografías de Andrés Hurtado”.

¿Cómo divisa el llano adentro? “Como una sabana cubierta de gramíneas cortas, recorrida por venas y arterias protegidas por verdes bosques de galería, que ensartan a su paso adormideras y morichales. Forman entre ambos, agua y bosque, una simbiosis que hacen que dependa el uno del otro”.

¿Cómo percibe el alma indígena? “Como la de los guahibos, juglares de la sabana de fornida y hermosa figura los varones; de femenina y dulce estampa las mujeres, ocupados unos en la caza, las otras exprimiendo y moliendo yuca y haciendo tortas de cazabe”.

¿A qué huele el Putumayo? “A huitotos, a petróleo, a recuerdos de la quina, a caimanes y tigrillos”.

Tal y como lo pinta Jacanamijoy… ” Un pintor que ha logrado fundir en sus cuadros de ensueño los colores del mundo primario, de la selva, ordenados en un juego cromático en que cada color refuerza el otro”.

Y el mar, ese mar de San Andrés a las cinco de la tarde…“El mar de los siete colores; evoca el espíritu de Simón González, define la tropicalidad intensa del mar Caribe, antiguo espacio de piratas, capitanes y bucaneros Sus olas golpean las islas donde Colombia hace soberanía”.

¿Cómo descifrar el misterio de un manglar? “Buceando entre sus intrincadas raíces que forman un blanco tejido donde anidan peces y moluscos”.

Usted que ha hecho la anatomía del país ¿cuál es el cerebro; el corazón y el sexo de Colombia? “El cerebro de Colombia está en las esencias de sus paisajes intertropicales y ecuatoriales, en permanente producción visible en pulsaciones que nutren y animan. En sus gentes. El corazón lo tiene en el Alto de Menegua, cerca de Puerto López, sobre el río Metica. El sexo está en el hoyo que sopla y respira en una playa en San Andrés; produce pasiones enredadas en el maravilloso huracán de su bravura”.

¿En qué paraje de esta gran comarca le gustaría dormirse para siempre? “En el aire tibio de la llanura tolimense”.

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