Don Andrés Bello, intelectual venezolano, inauguró en Santiago la Universidad de Chile, el 17 de septiembre de 1843. Su discurso aportó original imaginario del saber universitario. “La universidad será posible -dijo- si el cultivo de las ciencias y las letras se tiene como útil y moral en la vida de la sociedad”. “Un gobierno sabio aceptará la libertad académica como factor que vigoriza las instituciones sociales”. Y continuó (versión libre). La universidad evitará que se enturbien la pureza moral y los comportamientos individuales y colectivos o que se entrabe el desarrollo. La naturaleza es un libro de extraordinarias revelaciones. Nos desafía y nos ilustra. Las observaciones muestran, hacia fuera, el espacio, el rumbo de los planetas activos en el piélago del universo, la vida, el movimiento. Hacia dentro descubren el planeta donde se dan los fenómenos íntimos y públicos del ser humano. Ocupan puesto en el teatro misterioso de la conciencia, sientan las bases de la moral, dirigen y fecundan las artes, expresan las acciones y las reacciones de las fuerzas políticas. La razón reclama apoyos sólidos. Si es débil, tropieza y cae. Entonces hay que levantarla. Las facultades humanas conforman sistema. No es posible paralizar una sola fibra del alma sin que sufran las otras. Ciencias y letras son agradecidas, llevan en sí la recompensa de los trabajos y las vigilias que se les consagran. La gloria premia las grandes conquistas científicas. La aureola de la inmortalidad corona las obras del genio. Hay placeres elevados, reservados a quienes habitan la vasta república del conocimiento, de las ciencias, de las letras. Cada senda abre perspectivas encantadas. El entendimiento, cultivado en el recogimiento, en la soledad de la meditación, oye las mil voces misteriosas que se dan en el coro de la naturaleza. En la universidad, cuerpo expansivo y propagador, se cultivan las ciencias, se practican las letras, se sientan principios, se formulan axiomas, se acumulan adquisiciones científicas, se transmiten conocimientos. Letras y ciencias ejercitan el entendimiento, la imaginación. La libertad, condición de la universidad, la contrapone a la docilidad servil. La defiende de quienes reciben mensajes sin examen. Si queréis que entre los Andes y el Pacífico vuestro nombre quede libre, si queréis que en el futuro se os lea o se os escuche, haced y publicad buenos estudios. Tratad en ellos asuntos dignos de la posteridad. Ciencia, estudio, investigación, son caminos que convergen en un centro: la patria.