ACADEMIAS: MISIÓN Y PERFIL
Alberto Mendoza Morales
“La Academia es un taller intelectual, espacio apto para realizar valores”. La explicó Jorge Vélez García, ex Presidente de la Academia Colombiana de Jurisprudencia, en clarificadora reflexión que las define. En la academia se discuten criterios de la ciencia ordenados por dos tendencias capitales, ”el conocimiento de la verdad y la práctica de la virtud”. En su seno se reúne los académicos, máxima instancia crítica de una nación. Crítica entendida como función desprevenida e imparcial, guiada por la intención rigurosa de cultivar el bien. La Academia nació en Atenas, en el jardín que Academo le prestó a Platon para que hiciera escuela. Aristóteles la hizo en el Liceo, un bosque. En Italia apareció después del Renacimiento; en América, después de la independencia.
Las Academias crean expectativas de acierto. Mediante la investigación descubren lo bueno que está oculto y debe ser conocido. Lo cual es posible cuando se respeta la verdad y la virtud. De ellas, las sociedades perplejas esperan orientación, seguridad y confianza frente a dificultades y problemas que demandan fórmulas, soluciones, pareceres y opiniones que resuelvan, o ayuden a resolver, la situación en que se debaten en mares de incertidumbre, extravíos, contradicciones, inequidades y turbulencias.
Los académicos son gentes de elevada condición moral e intelectual. Están llamadas a constituir comunidad espiritual. Su ethos academici tiene sentido cuando está al servicio de la comunidad. Los distinguen sus respectivas disciplinas. Su autoridad científica y moral emana del saber. Su función positiva está en la docencia, la orientación y el esclarecimiento de cuestiones básicas de utilidad pública. Están llamados a liberarse de intereses subalternos. Se mueven por vocación y disposición de servir a sus semejantes, a la colectividad, al Estado. Muestran altruismo y entrega. Las academias los llaman y afilian por servicios distinguidos de interés público. Les ofrecen espacio para cumplir una función social, un liderazgo cívico, un magisterio superior. Todo en aras del perfeccionamiento, la convivencia y el bienestar de la comunidad a todo nivel. Deben conservar el generoso esfuerzo de los que ya no están; difundir el conocimiento sin mezquindad y aconsejar, a quien acuda a ellos, sobre lo que sea requerido y sobre lo que es debido. Desde el escenario en que los sitúe el destino, los académicos están desafiados a proteger los valores de la libertad, el orden, la seguridad, la solidaridad.