VENDRÁ LA AGRÓPOLIS
Alberto Mendoza Morales
Los arúspices lo anuncian. La población mundial vivirá, dentro de poco, en ciudades grandes llenas de habitantes pobres. Se hacinarán en megápolis a espaldas de campos y paisajes. Teniendo enormes extensiones para habitar, la población vivirá concentrada y mal alojada en centros urbanos que conspiran contra la vida de la población. La proyección del hombre en ciudades enormes es masoquista. Todo eso es un decir. Habrá evolución.
Respirar en la ciudad actual es malo para la salud. Ya habitamos reales necrópolis. Una nueva perspectiva urbanística levantan quienes proponen la agricultura urbana. Habrá un repoblamiento del planeta alternativo y radical. Una nueva realidad reemplazará las necrópolis contemporáneas. Aparecerán las biópolis. Tendrán forma de agrópolis, revolucionario hecho urbanístico que combinará urbanística y ruralística.
Las ciudades nacieron amuralladas. En Mesopotamia estuvieron encerradas con poderosos muros de piedra maciza. La práctica defensiva continuó en las ciudades medievales. Nadie pensaba que pudieran existir ciudades sin murallas. La revolución industrial las demolió. Las murallas, sin embargo, continúan. Están grabadas en la memoria de las gentes. La experiencia muestra que las murallas mentales son más difíciles de demoler que las murallas de piedra.
La ciudad futura será la agrópolis, una simbiosis estructural de campo y ciudad. La agrópolis preferenciará lo local. Armonizará la economía primaria propia del campo y del campesino, con las economías secundaria y terciaria propias de las ciudades y de los ciudadanos. La cibernética dotará hogares y sitios de trabajo de redes espaciales de comunicación. Las personas, más allá del lugar donde viven, serán vecinas del mundo. La población residirá en unidades residenciales territorialmente distribuidas. Estarán diseñadas a escala humana. Los niños tendrán escuelas accesibles a pie. Los jóvenes, colegios a distancias prudentes. Las amas de casa, puntos de abasto en la proximidad de sus hogares. Intelectuales y trabajadores dispondrán en sus casas, o en oficinas comunales, de conexiones instantáneas, visuales y auditivas; los eximirá de transportarse en sus carros o de abordar pesados y congestionados buses de uso público. Las calles serán transitables.
La nueva era no será urbana en el sentido en que la conocemos. Será agro-urbana. Desde allí la humanidad redescubrirá el planeta. Y lo habitará de manera armónica y funcional.