SOCIEDAD GEOGRÁFICA DE COLOMBIA

SISMOS BOGOTÁ

Alberto Mendoza Morales

En Bogotá carecemos de cultura sísmica. La memoria de estos eventos naturales llegó hasta los años treinta cuando aún se acordaban del ocurrido en 1917 que causó muchos daños y muertes. El hecho de que sucedió hace noventa años, ha contribuido a dar fuerza a la idea de que Bogotá tiene baja sismicidad. Lo cual no es cierto. Un recuento sismológico del caso capitalino lo hizo el geólogo Armando Espinosa en términos que se resumen libremente a continuación.

La sismicidad de Bogotá es alta, similar, incluso, a la de ciudades como Popayán y Manizales. Los sismos de los años 1743, 1785, 1827 y 1917 están documentados. Causaron enormes daños. El de 1785 lo publicó la Gaceta de Santa Fe en primera página con título evidente, Aviso del Terremoto. En la década de 1820 los movimientos telúricos que golpearon a Bogotá se atribuyeron a causas políticas. Se culpó a Simón Bolívar porque ocurrieron después de su llegada a la ciudad. El sismo de 1827 dio origen a predicciones. Es conocida y repetida la del padre Margallo: el 31 de agosto de un año que no diré/ sucesivos terremotos destruirán a Santa Fe. Durante el siglo XX por lo menos 10 sismos sentidos en la ciudad no fueron registrados. No aparecen en los catálogos sismológicos.

A Bogotá la amenazan dos tipos de sismos. Uno lejano, de epicentro distante, dará tiempo a reaccionar. Otro cercano con epicentro próximo, de gran poder destructor. Su energía vendrá muy concentrada, todas en ondas que llegarán casi al mismo tiempo. Su inmediatez dejará poco margen de reacción. Un evento cercano fue el que destruyó a Cúcuta en 1875 y mató la mitad de la población. En Bogotá la posibilidad de un sismo superficial es una realidad. Históricamente han ocurrido varios casos. Anuncia situaciones de evidente severidad.

Con los pies en la tierra podemos decir: la particularidad sísmica de Bogotá permite pronosticar que la ciudad será sacudida por un evento de alto impacto.
El momento de ocurrencia es impredecible dado que los eventos históricos, si nos atenemos a los registros, se han dado según un patrón totalmente irregular.

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