SOCIEDAD GEOGRÁFICA DE COLOMBIA

LA ENCRUCIJADA BOLIVIANA

Aurelio Martínez Canabal

La coyuntura de Bolivia, tan ligada a nuestra historia desde los albores de la Independencia, muestra facetas que regionalmente inquietan y que merecen comentarse. Los componentes de orden cultural y social son múltiples y complejos, y aparecen en el proceso político e institucional que ahora se da en esa nación. De un crisol de razas, lenguas, tradiciones y experiencias, han ido apareciendo aspiraciones insatisfechas y pretensiones de superación colectiva.

La llegada al poder del presidente Evo Morales marcó el comienzo de una nueva etapa en el manejo de los destinos de ese país. Con el apoyo de núcleos de población indígena y presentándose como auténtico representante del rotulado socialismo del siglo XXI, el nuevo jefe de gobierno boliviano prometió a sus seguidores cambios radicales, tanto en las instituciones como en la orientación del aparato productivo, especialmente en la administración de los recursos mineros y energéticos.

Lo cierto es que el presidente Morales no ha logrado convocar la unidad nacional. Hay un fenómeno de fragmentación ciudadana, originado posiblemente por el desnivel del desarrollo provincial y el contrapunto entre sectores de población, con índices de educación e ingreso disimiles. Que tiene manifestaciones inequívocas en el propósito del presidente Morales y su partido MAS, de poner en vigencia un nuevo marco constitucional, dándole vida a 36 entes territoriales con énfasis en el concepto de “Autonomías Indígenas”, frente al anhelo de conducción autonómica de los departamentos conocidos como la “Media Luna”.

Los resultados de los referendos en los departamentos de Santa Cruz, Beni y Pando, que abarcan casi el 60% del territorio boliviano, dándole vida a Estatutos Autonómicos, y la votación favorable esperada el 22 de este mes en Tarija, confirman el nuevo rumbo que las gentes de esas comarcas le quieren imprimir a su futuro.” Las autonomías son un mensaje de esperanza de una nueva era del país que contempla desconcentrar responsabilidades y recursos hacia las provincias, sin que en ningún momento signifiquen separatismo ni desmembramiento del país”, me ha precisado alguien con quien me unen lazos cercanos de afecto, y que conoce cabalmente la realidad boliviana.

Con una superficie de 1.098.581 Kms2, cercana a la de Colombia, y poseedora de incalculables recursos naturales tanto en sus suelos como en el subsuelo, Bolivia tiene una vocación innegable de progreso. Se requiere que quienes la gobiernan y aquellos que dirigen la política y la economía en las regiones encuentren un punto de convergencia, más allá de improcedentes ensayos ideológicos y animadversiones lugareñas.

La autonomía provincial es algo que cada vez se abre mayor espacio en el mundo. España y Australia son ejemplos aleccionadores. Sin resquebrajar la estructura nacional, las regiones emulan en el más acertado manejo de sus propios intereses. Algo que en Colombia quedó previsto en la Carta Política del 91 y que debería impulsarse. Es un tema de reflexión, que en el caso de la Costa Caribe tendría que convertirse en verdadero reto para gobernantes seccionales y voceros del sector particular. Y que habría de replicarse en otras regiones del país.

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