RETORNO A LA TIERRA
Alberto Mendoza Morales
El geógrafo tiene que superar la fase sociologista, crítica y retórica que lo distrae y retomar los caminos concretos de la Tierra. Por ahora es testigo de la destrucción social del planeta. Sobre sus hombros gravitan concretos desafíos: ayudarnos a entender el mundo, enseñarnos a preservarlo como hábitat único, ilustrarnos sobre dónde estamos y mostrar, con todo ello, la utilidad de la geografía. Tiene, además, que aportar la base científica para el reordenamiento de usos de la superficie planetaria en general y de continentes, naciones y Estados en particular.
La geografía es una ciencia natural. Ciencia de Estado. Es concreta. Su objeto de estudio es el planeta. Es la reina de las ciencias de la Tierra, hermana mayor de la astronomía, antecesora de la polémica astrología. Muestra sitios y lugares donde enraízan las naciones y se dan las relaciones entre los hombres.
En épocas iniciales la geografía se manifestó en esquemas itinerarios dibujados sobre el piso; soportó después la discusión de si la Tierra era plana o curva; tuvo la época de las mediciones, entre ellas la de la circunferencia terrestre calculada por Eratóstenes, paradigma del geógrafo iluminado por el destello de la inteligencia; pasó la época de expedicionarios oceánicos y terrestres, conquistadores, piratas y bucaneros que propiciaron colonizaciones, sujeción de pueblos, asalto al patrimonio natural de países periféricos. En el mundo globalizado de hoy el geógrafo tiene la geopolítica para discernir sistemas de poder mundial y la relación entre naciones.
La geografía, por encima de todo, seguirá siendo la ciencia de los viajes, de los ecosistemas, de los paisajes, de los nichos y concavidades y campo natural donde los geógrafos tienen múltiples tareas: docencia, investigación, fronteras, ordenamiento territorial, planeación, interventorías, consultorías, asesorías, administración de proyectos. Hay que formar geógrafos entrenados en actuar en las avanzadas idealistas que defienden el planeta sometido a daño eminente.