BOGOTA: CIUDAD PRIMADA
Alberto Mendoza Morales
Bogotá, es megápolis que navega hacia necrópolis. Es de todos y de nadie, “tercermundista” para unos, “primada” para otros. A Bogotá “viene la gente no porque le va bien, sino porque le va mal”. La provincia está lejos, la violencia la acerca y entrega gente en Bogotá. La ciudad, andina y primaveral, tiene función de campamento con centro bonito.
Bogotá es un nudo de pobreza. Y de inseguridad. Ciudad del dragón y de los guetos. Su “economía de aglomeración” la autoalimenta, atrae más industrias y más gente; parece un monstruo especializado, dragón que crece y se muerde la cola. En los guetos viven quienes pueden; son conjuntos habitacionales vigilados por trasnochados celadores; les faltan fosos perimetrales con caimanes hambrientos que los defiendan. ¿Podremos tener una ciudad segura en un país en guerra, con hambruna y problemas esenciales sin resolver?
Bogotá crece y hace metástasis. La ciudad parece amiba terrófaga. Come espacio. Se desbordó. Invadió la sabana. Desfigura cerros. Se fundió con Soacha, alcanza a Cota, Chía y La Calera. Los claros que quedan los quieren construir. Ocupa tierras agrícolas. Los buses-chimenea envenenan el aire. El río Bogotá, lo transformó en alcantarilla. Los ríos que la cruzan los canalizó o entubó. El agua propia ya la consumió. Tuvo que traerla de la cuenca del Orinoco que comienza detrás de Monserrate, de la represa de Chingaza, por túneles. Igual que Ciudad de México. Prevén traer agua del Sumapaz, río tributario del Magdalena.
Bogotá necesita frenar su crecimiento. Hay que descargarla de población; replantear su relación con el entorno y organizarla como parte de una agrópolis. Se requiere: un plan nacional de reasentamientos humanos; detener el desplazamiento de campesinos; construir, por lo menos, 20.000 pueblos y dotar a Cundinamarca de capital propia, fuera de Bogotá.