ARQUITECTO, POETA Y GEÓGRAFO
Alberto Mendoza Morales
Rogelio Salmona aspira a “hacer una arquitectura atemporal que la haga fascinante y se convierta con el tiempo en una bella ruina, como las obras que se han conservado”. En la Revista No 537 de la Universidad de Antioquia entregó una notable lección de arquitectura. Allí dice:
La arquitectura, cuando expresa lo más profundo de una época, es poesía. Se compone con el uso de materiales diversos, ladrillo, hormigón, madera; también agua, luz, sol, penumbra, sombra, sesgos, reflejos.
La espina dorsal de la composición arquitectónica en la relación entre espacios cubiertos y espacios abiertos. Es el primer paso para implantar la arquitectura en el sitio y alcanzar sintonía entre cielo y tierra. Los espacios abiertos conforman un continuum donde dependencias, patios, jardines, cubiertas, dan cercanías y lejanías.
La arquitectura crea lugar, adopta formas secretas, crea atmósfera. Está hecha para ser percibida con todos los sentidos, no sólo el visual. Hace presencia con espacios silenciosos, penumbras profundas, luminosidades misteriosas.
El paisaje es uno de los materiales de la arquitectura. Produce simbiosis entre la obra y la naturaleza. El patio, tímpano del lugar, refleja del cielo. El interior es diverso y la espacialidad sorpresiva, continua, transparente, ilimitada pero controlada. La espacialidad es dinámica, vibra, se modifica a cada instante, se percibe en el paso de lo húmedo a lo seco.
El descubrimiento de la obra arquitectónica es sutil. Se produce a medida que se habita y se llega al encantamiento que toca todos los sentidos. El paisaje en el interior y el recorrido, ayudan a descubrir el entorno geográfico, tan vital en estas regiones de América. El recorrido de la obra no es para acortar distancia sino para animar errancia y entregar secuencias que descubran relaciones insospechadas. Salmona diseña, construye, sorprende y enseña.